martes, 27 de diciembre de 2011

53


     Miss you de The Rolling Stones              

     Pasco estaba tomando cerveza directamente de la botella. Se paró frente a Domínguez, se puso bizca y empezó a hacerle muecas.
     —¿Cuántos dedos ves? —le preguntó mostrándole una mano—. ¿Diez?
     Domínguez la miraba fijo. Pasco dudó unos segundos. Después sonrió.
     —Es una broma, boluda —dijo—; no te calentés… De onda… —Le tendió la mano—. ¿Todo bien?
     Domínguez no respondió. Pasco se le rió en la cara, dio media vuelta y se fue. A unos pasos se cruzó con Godín. Mirándola desafiante, le dio varios tragos largos a la botella.
     —¿Viste qué borracha que soy, negra puta?
     Godín no le respondió.
     —Qué negra que sos… ¿La concha también la tenés negra?
     Los pibes se rieron.

     Walk de Pantera
     —¡¿Otra vez?! ¡Boglioli!                                                                      
     Paint it black de The Rolling Stones                           

     Aproveché que ninguno de los pibes andaba cerca.
     —Cristian… Me parece que tendrías que dejar de tomar…
     Se me quedó mirando con el ceño fruncido.  Creí que se había enojado, pero no: estaba pensando.
     —Tenés razón; ya estoy un poco mareado.

     Sympathy for the devil de The Rolling Stones   

     —Qué garrón que te peguen hasta las minas… —dijo Fernández.
     —Si para la foto de la escuela sigue teniendo el ojo negro, me voy a cagar tanto de la risa… —dijo Mendoza.
     Javier se rió.
     —¿Te imaginás?
     —¿Vos de qué te reís, Mandibulón? —dijo el Tano—. Si a vos también te embocó una vez…
     —¿Eh?
     —No te hagás el boludo… El día que le tocaste el culo y te metió una trompada. ¿No te acordás?
     Algunos se rieron.
     —Es verdad… —dijo Fernández—. Me había olvidado…
     —¡Cualquieeera! —dijo Javier—. Una cachetada me pegó…
     —¿Qué cachetada? —siguió el Tano—. Si te rompió la boca de una ñapi… Ahí viene el Turco, le vamos a preguntar. Él también estaba en el aula ese día.
     —¿Te acordaste de los pibes, Turco?
     —Cómo te tiene Lezcano, eh…
     —¿Qué están tomando? —preguntó el Turco.
     —Ginebra.
     —¿A ver?
     Mendoza le pasó la botella. El Turco le dio unos tragos.
     —Ta bueno, che… —dijo—. ¿Quién la trajo?
     —Nadie, estaba acá. Es del viejo de la Gorda.
     —Nooo…
     —Che, Turco… ¿Nocierto que una vez Pasco le rompió la boca de una trompada a Javier?
     El Turco se rió.
     —Sí… Me había olvidado…
     —Están diciendo cualquiera —dijo Javier—. Con la mano abierta me pegó…
     —No fue con la mano abierta… —dijo el Turco—. Fue una trompada. Si hasta se te hinchó el labio…
     Todos se rieron.
     —Sí… Me acuerdo…
     —Qué hijo de puta… A mí me había batido que el que le había pegado eras vos, jodiendo…
     —¿Eso te dijo?
     —Che, qué loca que está esa mina…
     —¿Viste cómo la está bardeando a Godín? Parece que le quiere volver a pegar.
     —Qué le va a pegar… Si está hecha mierda… En cualquier momento quiebra.
     —Para mí que se fumó un caño antes de venir.
     —Che, ¿dónde conseguirá la hija de puta?
     —A mí me dijo que el que consigue es el hermano.
     Benzaquén, el Gato y Tortonese se sumaron al grupo.
     —¿Qué hacés, Turco dominado?
     —¿Otra vez con la botella de ginebra? ¿No la habían dejado en la cocina?
     Fernández sonrió.
     —Sí —dijo—, pero la volvimos a agarrar.
     —Uh, boludo… No queda casi nada…
     —Qué zarpado…
     —Nos va a cortar la pija el viejo…
     —Hacé una cosa, boludo: rompé la botella y así queda como que se cayó.
     —Es re-vivo el viejo… Se va a dar cuenta…
     —Además es lo mismo: si no se da cuenta, nos va a matar igual. Por haberla roto.
     —No es lo mismo; a cualquiera se le puede caer una botella…
     —Uh, ahí viene la gorda, boludo… Escondé…

     Canción de tomar el té de María Elena Walsh

     —¡Ay, Dios! ¡Cómo son, eh!
     —Parece que Zappietro era una mujer… pero ahora parece un macho, tal como la ven… Yo no sé por qué…  
     —¡¿Se dejan de joder?!
     —Lezcano quiere pija, yo se la daré… Por la concha y por el culito se la meteré… Yo no sé por qué…
     Lezcano lo miró al Turco.
     —¡Yo sí sé por qué! —exclamó Boglioli—. ¡Porque tiene el mejor culo de toda la escuela!
     —Bueno… —dijo el Turco—. A ver si la cortan, che…
     Mendoza y Boglioli se rieron, pero dejaron de cantar.                            

     Jumpin’ Jack Flash de The Rolling Stones           
     Bed of roses de Bon Jovi                                      

     —¿Vamos, Maidana? —preguntó Tortonese.
     Maidana asintió. Cuando se levantó, Boglioli aprovechó para tocarle el culo. Él se dio vuelta lentamente y lo miró como si no entendiera. Boglioli lo apuntó con el dedo y le dijo:
     —Acordate: «Tu ruta es mi ruta».
     Maidana se lo quedó mirando unos segundos. Después se fue.
     Boglioli se rió.
     —Qué boludo que es este chabón… Para mí que es medio down.
     Mientras bailaban, Maidana y Mikaela se pusieron a conversar. En un par de ocasiones se rieron. Caferri apagó todas las luces menos una lámpara de pie.

     I’ll be there for you de Bon Jovi                      

     Tortonese y Onzari se pusieron a transar en un sillón. Maidana y Mikaela siguieron bailando. A ellos se les sumaron: el Turco con Lezcano, Lautaro con Caferri y Javier con Bresciani.
     —Qué raro el Mandibulón con un bagarto…
     —Mirá cómo se la chamuya… —dijo el Gato refiriéndose a Maidana.
     —Boludo, ¿te imaginás que se la levanta en serio?
     Se rieron.
     —Che, ¿te sentís bien, Olarticoncha? Tenés una cara…
     —Me duele un poco la cabeza.
     —¿Escabiaste mucho?
     Asentí.
     Mentira. Había tomado algo de cerveza nada más.
     Olivera y Fiorentino salieron del baño; se habían mojado el pelo y se lo habían peinado para atrás. Fernández se rió y les hizo señas a los demás para que vieran el espectáculo.
     —¡¿Cómo andás?! ¡Tanto tiempo!…
     Fiorentino lo abrazó a Olivera. Después le palmeó la espalda y le revolvió el pelo. Olivera se llevó las manos a la cabeza.
     —¡Pará, boludo! ¡¿Qué hacés?!
     —Uh, perdoná… Fue de onda…
     —Todo bien.
     —¿Querés que te preste un peine?
     —Bueno…
     Fiorentino se tanteó los bolsillos.
     —No tengo —dijo—, pero tengo este cepillo.
     —Todo bien.
     Olivera se peinó.
     —¿Cómo me quedó? ¿Bien?
     —Todo bien. ¿Y yo cómo lo tengo?
     —Todo bien.
     —Bueno. ¿Todo bien?
     —Todo bien.
     Se despidieron y cada uno se fue por su lado.

     99 in the shade de Bon Jovi              

     Maidana volvió a donde estábamos nosotros. Boglioli le palmeó la espalda.
     —¡Esa, matador!
     —Qué jugadoor… Permítame.
     Fernández le estrechó la mano.
     Me pareció que Maidana lo buscaba a Tortonese. El Gato pensó lo mismo.
     —Tortonese está allá. Haciendo con Pescadito lo que vos vas a hacer con Mikaela dentro de un rato.
     —Sos un maestro, Maidana… Después me tenés que enseñar.
     —A mí también, eh…
     —¿Qué te dijo?
     —¡Contá, boludo!
     Maidana no respondió.
     —No les hagas caso, Maidana —dijo el Gato—; no les contés nada. Eso es tuyo y de nadie más. Bah… Y de ella, obvio… Lo importante es que vas bien. Ahora hay que avanzar un poco más. ¿Cómo dice Tortonese? La próxima fase del plan.
     —¡La prueba de fuego, Maidana! —exclamó Boglioli.
     El Gato prosiguió.
     —Ahora en un rato, cuando pongan otro lento, la sacás a bailar de nuevo. Pero esta vez no le hablés. Vos nada más mirala a los ojos. Y en un momento acercale la boca… Si ella no te corre la cara, ahí nomás le metés un beso.
     —O si no, le tocás la colita, Maidana —intervino Boglioli—. Si se deja es porque quiere.
     El Gato lo miró a Maidana y se mordió el labio inferior.
     —Qué pesado que es este chabón cuando se pone en pedo…
     —O le apoyás la cara en una teta. ¡Le llegás justo!
     Boglioli se rió solo.
     —Qué mal que te cayó la ginebra, eh… —le dijo el Gato.
     —¡Y el whisky! —agregó Boglioli sin dejar de reirse.
     —Ah, ¿tomaste whisky también? —preguntó el Gato—. Con razón hablás tantas pelotudeces… —Se volvió a dirigir a Maidana—. ¿Vas a hacer lo que te digo?
     Maidana no respondió.
     —Si no, hacé una cosa —dijo Fernández—: si te da vergüenza que te vean, cuando termina el tema le preguntás si quiere salir a tomar aire.
     —Decile que querés ver las estrellas —dijo Boglioli.
     El Gato lo miró.
     —¿Qué estrellas, boludo?
     —Ah, cierto que está nublado… Entonces decile que querés ver las nubes. «Quiero ver las nubes pasar.» Así decile.
     —Dejate de hablar boludeces… —dijo el Gato—. La que dice Fernández está buena, Maidana. Vos decile eso: que querés ir a tomar aire. La mina va a entender.
     —Si te dice que sí, ya te la ganaste… —dijo Fernández. 
     —O si no, pedile a la Gorda que te habilite una pieza, boludo… Y directamente te la garchás… —dijo Boglioli. A pesar de que el Gato y Fernández lo miraban fijo, continuó—: Trajiste forros, ¿no?
     Maidana miraba el piso.
     —No me digas que trajiste peine y no trajiste forros… Ahí estuviste flojo, champion of de champions… Y bueno… Igual le podés hacer la cola.
     —Che… —intervino el Gato.
     Boglioli se llevó una mano a la frente.
     —Uuuh, boludo, cierto que la amabas… Perdoname, me re-olvidé…
     —Ja, ja, ja, qué gracioso… —dijo el Gato—. ¿Terminaste? —Se dirigió a Maidana—. Vos no le des pelota. ¿Sabés por qué te está bardeando? Porque te tiene envidia.
     Boglioli se cagó de la risa. 

     Love for sale de Bon Jovi                 

     —¿Y, Maidana? ¿Pensaste en lo que te dijimos?
     Maidana no respondió.
     —Boludo, preguntale a Tortonese; vas a ver que te dice lo mismo que nosotros… ¿Dónde está Tortonese?
     —Allá.
     El Gato le hizo señas para que viniera.
     —Escuchame. ¿Nocierto que ya está para que se le tire?  
     Tortonese levantó las cejas.
     —Para mí no…
     Los pibes lo miraron con extrañeza.
     —Para mí te la tenés que seguir chamuyando —prosiguió—. La mina dijo que le gustan los chicos formales. No es de chicos formales tirarse así de una… Yo sé que debés estar impaciente, Maidana, pero haceme caso: vos seguí así que vas re-bien. Para mí ya te la ganaste, pero…
     Boglioli se puso a aplaudir marcando el compás.
     —¡Qué alegría, qué alegría, olé olé olá!
     Tortonese levantó la voz para hacerse oír sobre el canto de Boglioli.
     —Pero tal vez te le tirás ahora y la mina se piensa que sos un pajero. Que lo único que querés es cogértela. Viste como son las minas… ¡Callate, boludo! ¡Ya fue el chiste!
     Empezó a sonar Spending my time de Roxette.
     —¡Hoy te la garchás, campeón! —gritó Boglioli, pero esta vez Maidana le apartó la mano de un golpe antes de que pudiera tocarle el pelo.
     —¡Basta, loco!
     Los que estaban alrededor se dieron vuelta para ver qué pasaba. Boglioli estaba serio, con la vista clavada en Maidana.
     —Tiene razón, boludo —intervino Tortonese—; estás re-pesado…
     Boglioli pareció no escucharlo. Me dio la sensación de que la cabeza le latía. Después de unos segundos empezó a hablar.
     —Qué mala onda que tenés, eh… Yo me pongo contento por vos y mirá cómo me la devolvés…
     Se me aceleró el pulso. Maidana miraba el piso. Me puse al lado suyo.
     —Bueno, che… —dijo Fernández.
     —¿Cómo me vas a pegar así en la mano?
     —Eso en mi barrio es pelea… —dijo Mendoza.
     Tortonese lo reprendió con la mirada.
     —Contestame, boludo… —siguió Boglioli—. ¿No sabés hablar?
     —No le des bola, Maidana —dijo Tortonese—. Andá a bailar con Mikaela.
     Maidana no se movió.
     —¿Necesitás que te haga la segunda?
     Maidana negó con la cabeza y, lentamente, se fue hacia donde estaba Mikaela.
     —Ponete las pilas, boludo… —dijo Tortonese.
     —¿Qué ponete las pilas? —dijo Boglioli—. Le voy a romper la cara a ese mogólico…
     Nos fuimos a sentar. Todavía me temblaban las manos.
     —¿Por qué le dijiste que no se le tire? —preguntó el Gato—. Lo estaba convenciendo de que se la llevara afuera para transársela…
     Tortonese sonrió con aire misterioso.
     —Vos aguantá; yo sé por qué te lo digo…
     Esta vez, Maidana no decía una palabra. Bailaba con la vista al frente; parecía que miraba a través de Mikaela. En un momento le apoyó la cabeza en el hombro.
     Los pibes se rieron. Tortonese sonreía en silencio.
     —Parece que la mina fuera él…
     —Tendríamos que haber traído una cámara de fotos, boludo…
     —¿La Gorda no tendrá?
     Cuando Mikaela quedó de frente a nosotros, aprovechó para hacernos señas de que había mal olor.
     —Uh, parece que se tiró un pedo…
     Se rieron.
     —Lo único que le faltaba… Nabo, feo y encima pedorro…
     De repente, Maidana dejó de bailar.
     —¿Qué le pasa a este boludo? ¿Se mareó?
     Mikaela lo interrogaba con la mirada. Se quedaron así unos segundos: quietos pero sin soltarse.
     —No me digas que le va a encajar un beso…
     —Nah…
     Y entonces, salió corriendo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

52


     La pachanga de Vilma Palma e Vampiros                                          
     Bye bye de Vilma Palma e Vampiros                                                  
     Loco (Tu forma de ser) de Los Auténticos Decadentes                  

     —Che, líder, ¿vas para la cocina? —preguntó el Gato.
     Landeira se dio vuelta y lo miró; no estaba segura de que se hubiera dirigido a ella.
     —¿Eh?
     —Si vas para la cocina.
     —Sí.
     —¿No me traés una birra?
     —Bueno.
     —Pero una botella, eh…
     Landeira asintió y siguió caminando.
     —¿Por qué líder? —preguntó Boglioli.
     —Por cabecilla, boludo… —respondió el Gato.
     Todos se rieron.
     Cuando Landeira volvió de la cocina, Boglioli le dijo:
     —Gracias, jefe.
     El Gato nos sirvió cerveza.
     —¿Tu vaso, Maidana?
     Maidana se lo tendió; el Gato lo llenó.
     —Gracias.
     —Un par de birras más y ya estás para encararla, eh…
     —Qué callado que estás, Maidana… —dijo Mendoza.
     —Dejalo, boludo —dijo el Gato—; está planeando estrategias para conquistarla a Mikaela… ¿Nocierto, Maidana?
     Maidana no contestó.

     Cuando nació este amor prohibido de Los Auténticos Decadentes    
     Divina decadencia de Los Auténticos Decadentes                               
     Toxi-taxi de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota                         
     Tarea fina de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota                       
     Preso en mi ciudad de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota         
     —Uh, qué pesado…
     Música para pastillas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota     
     Masacre en el puticlub de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota   
     —¿Qué se trajo? ¿Todos los CDs?
     Todo un palo de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota              

     Javier no pudo aguantar más.
     —Che, Fernández… Ya cansan los Redondos, ¿no te parece?
     Fernández puso cara de pensar y después de unos segundos respondió:
     —Nah…
     —Dale, boludo, en serio… Sacá esta mierda. Ya me tiene podrido…
     —¿Trajiste algo mejor?
     —No, no traje nada; pero antes que seguir escuchando a los Redondos, prefiero que pongan de nuevo a los Auténticos Decadentes, mirá lo que te digo… Por lo menos en la semana no los tengo que escuchar, pero entre vos y mi hermano me tienen las pelotas llenas con los Redonditos de Ricota…
     —Uh, mirá lo que tiene la Gorda… Pará que pongo algo que te va a gustar…
     Empezó a sonar Hacelo por mí de Attaque 77. Los pibes se la pusieron a cantar cargándolo a Javier.
     —Uh… Pará que acá hay algo mejor…
     Fernández puso un disco de vinilo. Empezó a sonar Tubutacaesunahamaca de Pipo Pescador. Los pibes se rieron.
     —¡¿Qué hacen?! —dijo Caferri—. ¡Saquen eso!
     —Dejame escuchar un tema. Me trae recuerdos…
     Fernández puso Canción del auto nuevo. Después de un rato, los pibes se pusieron a cantar su propia versión.
     —El garchar es un placer, que nos puede suceder. En el auto de papá, a Bresciani le vamo’ a dar…
     —¡Basta, che! —dijo Caferri—. ¡Saquen eso!
     —Acá hay otro.
     Fernández sacó el disco de Pipo Pescador y puso uno de María Elena Walsh.
     —¡Qué pendejos que son, eh! —dijo Caferri.
     De este también le dedicaron una canción a Bresciani.
     —Bresciani tiene frío, me la garcharé… Le daré hasta por el culo, me la culearé… Yo no sé por qué…
     Bresciani los miraba con cara de orto.
     —¿No se dan cuenta de que parecen mogólicos?
     Los pibes siguieron cantando fingiendo que lo eran. Bresciani se mordió el labio inferior y meneó la cabeza.
     Después le dedicaron una estrofa a Godín.
     —Godín, la Bola Ocho, siempre blanca fue… y de un susto se puso negra, tal como la ven… Yo no sé por qué…
     A Pasco le causó gracia, pero a la dueña de casa no.
     —¡Che, si vinieron a bardear se van, eh!
     —Es una broma, boluda… No te calentés…
     —No me hagan calentar, entonces. Saquen eso y pongan otra cosa.                      

     Moonchild de Iron Maiden                                                       
     Infinite dreams de Iron Maiden                                                
     Robó un auto de Hermética
     —¿Qué es esto? —preguntó Caferri con cara de desagrado.
     —Hermética —respondió Boglioli.
     —Ah…
     Walk de Pantera
  
     —¡Tu tema, Maidana!
     —Esto ya es demasiado…
     Caferri sacó el cassette.
     —¡Qué ortiba, loco! —exclamó Boglioli—. ¡Dijiste que podíamos traer música!
     —Justamente: música. No esta basura…
     Todos se rieron.                                                                         
  
     Walk this way de Aerosmith                  
     Sweet emotion de Aerosmith                 
     Move to the city de Guns N’ Roses       
     Patience de Guns N’ Roses                 

     —¡Ahí está! —dijo el Gato—. ¡Esta es la tuya, campeón! ¡Andá a sacarla a bailar!
     Maidana miró hacia donde estaba Mikaela y negó con la cabeza.
     —Dale, boludo, tenés que aprovechar… —le dijo Mendoza.
     —¡Dale, Maidana!
     Boglioli lo empezó a arrastrar. Maidana se zafó.
     —¡Pará, loco!…
     —Boludo, escuchá lo que es este tema… Si no la sacás a bailar con un tema así, la mina se va a pensar que no tenés onda con ella…
     —Tiene razón, Maidana —dijo Lautaro—. Vas a arruinar todo lo que hiciste hasta ahora.
     —Eso… Se va a pensar que la Fanta se la serviste de amigo nomás…
     —Mirala, Maidana… Te está esperando…
     —En serio, boludo… ¿No ves que a cada rato mira para acá?
     —No la podés dejar así…
     —Mirá que la mina está acostumbrada a salir con pibes más grandes… Si no aprovechas esta oportunidad, se va a pensar que sos un boludo… De onda te lo digo, eh…
     Siguieron insistiendo y en un momento pareció que estaban a punto de convencerlo, pero el tema ya se estaba terminando.

     Smell like teen spirit de Nirvana                                    
     Come as you are de Nirvana                                          
     El Reino del Revés de María Elena Walsh    

     —¡¿Otra vez?!
     —Me dijeron que en el Reino del Revés, Bola Ocho blanca es…
     Todos se rieron.
     —¡¿Pueden sacar eso?!
     —Me dijeron que en el Reino del Revés, el Balín un macho es…
     Todos se rieron.
     —Me dijeron que en el Reino del Revés, Arancibia usa gel…
     —¿Eh?
     —Para peinarse, boludo…
     —Uh, ese es malo…                                                      

     Good time boys de Red Hot Chili Peppers                  
     Epic de Faith No More                                              

     —Miren lo que conseguí…
     Boglioli nos mostró una botella de ginebra.
     —¡¿De dónde sacaste eso?!
     —De la cocina, boludo… Y hay otra.
     —Uh, andá a dejarla donde estaba, boludo… El viejo de la Gorda nos mata…
     —Si tomamos un poco, no se va a dar cuenta…
     —Qué no se va a dar cuenta… Tiene una pinta de borracho el viejo… Y los borrachos se re-dan cuenta cuando les tomás el escabio.
     —¿Estaba abierta o la abriste vos?
     —Estaba abierta.
     —Andá a llevar eso a la cocina…
     —Qué maricones que son…
     —¿Vos ya tomaste?
     —Un traguito.
     —¿Y qué tal está?
     —Probá.
     Mendoza tomó un trago y gruñó.
     —Está bárbaro, boludo…
     —Qué boludos que son…
     —Tomá, Maidana. Si todavía no te animás a encararla, con esto te la vas a garchar directamente.
     Todos se rieron.

     Dust N’ Bones de Guns N’ Roses                   
     Walk de Pantera
     —¡Para vos, Maidana!
     —¡Saquen esa mierda!                                      
     Live and let die de Guns N’ Roses                 
     Don’t cry de Guns N’ Roses                        

     —Che, Maidana, te hago el aguante. Yo la saco a bailar a Macarena y vos la sacás a Mikaela. ¿Te animás?
     Maidana dudó unos segundos, pero finalmente accedió y se fue con Tortonese.
     —Nosotros hablándole y hablándole, y ni bola —dijo Lautaro—. Tortonese viene, le dice dos palabras y el chabón lo sigue…
     Mikaela estaba sentada con las piernas cruzadas y tenía las manos sobre una rodilla. Maidana la invitó a bailar. Ella sonrió y asintió con la cabeza. Lentamente, se levantó y empezó a caminar hacia el centro de la habitación; él la siguió. Ella se detuvo en un punto, se dio vuelta, lo miró. Él titubeó. Me pareció que les echaba una mirada fugaz a Tortonese y a Onzari. Después la tomó de la cintura, como con miedo. Ella le rodeó el cuello con los brazos y lo acercó a su cuerpo.
     —Uh, debe estar al palo el boludo… —dijo el Gato.
     —Qué hija de puta… —dijo Lautaro.
     —Che, la próxima joda me la hacen a mí, eh…
     Se rieron.
     —Mirá, le lleva como una cabeza.
     —Y si la tuviera de tamaño normal, le llevaría como dos…
     Se rieron.
     —Qué deforme que es el hijo de puta…
     Pensé en los dos viejos criticones de los Muppets.
     En un momento, Mikaela y Onzari quedaron de espaldas entre sí. Tortonese aprovechó para guiñarle un ojo a Maidana y hacerle el gesto de O.K. con el pulgar.
     —Será un pelotudo, pero cómo chamuya el hijo de puta, eh…
     —Sí, para estas cosas es terrible Tortonese…

     You ain’t the first de Guns N’ Roses                         

     Maidana y Mikaela se separaron. Ella dijo algo y sonrió. Él le devolvió la sonrisa y la saludó con la cabeza.
     —Saluda como los chinos, ¿viste?
     Se rieron.
     Maidana y Tortonese volvieron a donde estábamos nosotros.
     —¿Y? ¿Qué les parece? ¿Está con él o no está con él?
     —¿Cómo?… ¡Muerta la tenés, Maidana! —dijo el Gato. Después agregó—: No la pija, eh… A ella quiero decir…
     Lautaro no pudo aguantar y largó una carcajada.
     —Qué boludo que sos…
     El Gato también se rió.
     —Y, no… Aclaro por las dudas…
     Tortonese le palmeó la espalda a Maidana.
     —Ese es mi pollo…
     Maidana sonrió pero desvió la mirada.
     —Bueno —dijo Tortonese—, ahora hay que ir un paso más adelante. La próxima fase del plan. Ahora hay que empezar a chamuyarla.
     Boglioli se sumó al grupo. Venía con la petaca de whisky en la mano.
     —¿Ya la encaraste, champion of de champions?
     Maidana negó con la cabeza.
     —¿Y qué esperás?
     —Estamos en eso —dijo Tortonese.
     —Ah…
     Lautaro le hizo una seña a Boglioli para que le pasara la petaca.
     —Bueno… —prosiguió Tortonese—. Entonces, en el próximo lento la empezás a chamuyar. Le hablás de lo linda que está, de lo bien que la estás pasando…
     —«La estoy pasando bomba», decile —intervino Boglioli.
     Tortonese lo miró unos segundos pero no dijo nada. Después se volvió a dirigir a Maidana.
     —¿Entendés?
     Maidana asintió. Lautaro le ofreció la petaca.
     —Tomá, Maidana. ¿Después de unos tragos de esto sabés cómo te la chamuyás?
     Maidana dudó pero tomó dos tragos. Primero uno, después de unos segundos el otro.
     —¿Qué tal? —preguntó Lautaro—. Está fuertón, ¿no?
     Maidana asintió y le devolvió la petaca.
     —O si no, le decís…
     Boglioli iba a seguir hablando pero eructó.
     —No, Maidana —dijo el Gato—, eso no le digas que vas a quedar para el culo, eh…
     Los pibes se rieron. Maidana también.
     —No… —dijo Boglioli y volvió a eructar—. Vos decile: «Tu ruta es mi ruta».
     Se rió solo y se puso a aplaudir marcando el compás.
     —¡Qué alegría, qué alegría, olé olé olá!
     El Gato y Lautaro se le sumaron. Cuando llegaron a la parte de andá afilando el hacha, Boglioli le manoteó el bulto a Maidana. Maidana se corrió para atrás y se lo cubrió. Después Boglioli gritó: «¡Estás en ganador!». Maidana estaba preparado y logró sujetarle una mano, pero no pudo evitar que lo despeinara con la otra.
     Miré hacia donde estaban Pasco y Mikaela. Habían visto la escena y se reían.